Otro gran amigo de mi niñez, la famosa bolsa de agua caliente.
De estas si que hay en Israel, aunque los inviernos de acá no son tan frios y la verdad es que venden unas bolsas importadas de China, cuyas roscas no me convencen, y como no me seduce la idea de quemarme, no la compré.
En los duros inviernos porteños, de hace más de 20 años, la bolsa era una bendición a la hora de acostarse. Me encantaba recostarme de espaldas y ponerme la bolsa en el pecho. Y era un clásico patear la bolsa por la mañana, congelada.
En aquella época, creo que no se vendían con funda de terciopelo, y había que tener cuidado de no quemarse.
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1 comentario:
Ahora casi no tenemos invierno Winga ,es mayo y hace un calor bárbaro.
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